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Decálogo del Marino


El sentimiento de que la verdadera vida se encuentra en otra parte nace muchas veces, como la envidia. Cuando construimos nuestra idea de la satisfacción ajena vemos allí, realizado, lo contrario de nuestro sufrimiento actual. La felicidad se piensa de ese modo, como una especie de holograma esquivo, inaferrable, que se dibuja con la proyección invertida de nuestro malestar.

Una parte de la vida, a veces para mal, y otras veces para bien, se realiza siempre de un modo distinto a como la habíamos pensado.

En ese sentido se puede decir que la idea frecuente de que “soñar no cuesta nada” es errónea. Creemos, en primera instancia, que la posibilidad de gozar depende del obtener lo deseado. Sin embargo, depende mucho más de la capacidad de tolerar la diferencia entre lo esperado y lo obtenido.

El hombre ha utilizado desde antiguo su relación con el mar para representar las vicisitudes de su vida, por ejemplo, con palabras tales como “aventura”, que por su origen significa entregar la vida al azar de los vientos. Compartimos un conjunto de "reglas" para la vida entendida como una aventura en donde todos somos capitanes:


1. Es necesario aligerar la carga para realizar un buen camino

Es necesario saber lo que uno quiere y valorar también las ventajas de cada renuncia.

2. Hay que estimar la derrota y volver a trazar el rumbo cada día

Sólo si estamos dispuestos a ocuparnos ahora del futuro, sin demorarnos con preocupaciones, y a responder hoy sobre el pasado, sin escudarnos en arrepentimientos que nada reparan, podemos vivir plenamente el presente, atrapando, entre la nostalgia y el anhelo, la magia del instante.

El equilibrio de nuestra salud no sólo depende, por lo tanto, de la lucidez de nuestro cerebro o de la capacidad de nuestro hígado, sino también de la sensibilidad de nuestro corazón.

3. Cuando se debe cambiar de rumbo, cada oportunidad es la última

Nada se puede vivir en borrador para, en otra ocasión, pasarlo en limpio. Cada uno de nuestros días transcurre de una vez para siempre. Una oportunidad que se repite es siempre otra, y los resultados de lo que hoy hacemos nunca serán aquellos que hubiéramos tenido ayer.

Si esperamos para sentirnos bien a que llegue todo el bien que deseamos, nunca podremos “estar bien”.


4. Es necesario renunciar rápidamente a lo que ya se ha perdido

Contar con lo que no tenemos nos expone al fracaso. Es necesario, por lo tanto, renunciar rápidamente a lo que ya se ha perdido. La tristeza que se experimenta frente a la realidad no puede ser tan mala como solemos creer, ya que la realidad, el único lugar en donde se obtienen las satisfacciones reales, es siempre un buen negocio.

5. No hay que olvidar la luz del sol en la oscuridad de la tormenta, ni olvidar el temporal cuando el mar está en calma

El llanto como la lluvia que fertiliza el suelo, será un proceso saludable en la tranquilidad del tiempo bueno, donde es posible inventariar los daños, lamentar las pérdidas, reagrupar las fuerzas y reorientar la vida.

6. Cuando la mar es muy dura, el objetivo es flotar. Pero es necesario conservar la estropada para gobernar el timón

Es necesario distinguir entre la insistencia torpe, que repite de manera monótona y terca un reclamo imposible, y la tenacidad que cede, elásticamente, para volver a pugnar en la oportunidad propicia.

Es importante distinguir los sufrimientos inútiles de aquellos otros cuyo producto vale la pena que ocasionan.

7. El puerto de destino es una conjetura

La mayor parte de lo que deseamos o tememos no ocurre del modo en que lo habíamos imaginado. Posible es lo no realizado, lo que ya se ha realizado es ahora imposible.


No se puede ir dos veces a París por vez primera. La importancia no reside entonces en llegar, sino en la manera como se recorre el camino.

8. El canto de las sirenas debe escucharse atado

Cuando el que espera desespera frente al esfuerzo que lo separa de la meta, corre el riesgo de ser subyugado por un canto de sirenas que lo aparta de su rumbo ofreciéndole la tentación engañosa de los caminos fáciles.

Nuestros propósitos se prolongan, sin duda, más allá de los límites de nuestra propia vida. La vida de uno mismo es, en definitiva, demasiado poco como para dedicarle, por entero, nuestra vida. No es posible ser primero “para uno” y luego convivir.

Uno se constituye como uno en el encuentro con los otros. La única forma de ser es ser con otro. La única forma verdadera del placer es complacer.

9. En la nave se afirma la rémora. Luego de haber aparejado es necesario zarpar

Vivir como si el mundo que recorremos fuera otro, o intentar ser otra cosa que uno mismo, es apurar el fracaso. Pero también es cierto que todo lo que puede arruinarnos está allí, como el éxito, en el lugar en que habitamos y hace parte de lo que somos. Debemos resignarnos a que nuestra vida se realice entre el odio y el amor, porque ninguno de ellos se dará sin el otro. Ambos existen también dentro de nosotros.

10. Navegar es necesario, vivir no

Frente a la posibilidad de la muerte navegar es más importante que intentar mantener, a todo trance, la perduración de la vida.




(Adaptado de: Chiozza, L. 2008. Las cosas de la vida: composiciones sobre lo que nos importa. Libros del Zorzal)

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